África en dos libros
POR DARÍO HENAO RESTREPO
¿Qué tienen en común dos libros publicados con más de 300 años de diferencia? ¿Y sus autores, de épocas tan distintas? Estas preguntas me las hago después de haber leído Tractatus de instauranda aethiopum salute (1627) y Nations nègres et culture (1954); el primero, del padre jesuita Alonso de Sandoval, el segundo, del sabio africano Cheikh Anta Diop.
Para empezar, ambos se ocupan del continente negro, la constatación más obvia; sin embargo, si ahondamos en ella podemos establecer muchas relaciones e inferencias para la comprensión del gran asunto que los emparenta. Por supuesto, en mi condición de no especialista en la lejana África, la lectura se ayudó de otros libros que nos aclaran los contextos, cito algunos: Historia General de África, 8 volúmenes publicados por la UNESCO en 1997; The souls of Black Folk (1930) del afroamericano W.E.B, Du Bois; A manilha e o limbanbo (2002) del africanista brasilero Alberto da Costa e Silva; Myth, Literature and the African World (1976) del nobel nigeriano Wole Soyinka; Las Américas negras (1969) del francés Roger Bastide; la Trilogía africana (1958) del novelista nigeriano Chinua Achebe; la antología Pensamiento africano organizada por Emmanuel Chukwudi Eze; El barco de esclavos del historiador norteamericano Marcus Rediker; O alufá Rufino del historiador brasilero Joao José Reis; El pensamiento africano sudsahariano de Eduardo Devés Valdéz; y por último los libros que me han llevado a una enorme selva bibliográfica sobre África: Changó, el gran putas y El árbol brujo de la libertad del colombiano Manuel Zapata Olivella, ambos tributarios de los libros de Sandoval y Diop.
La novela de Zapata –compuesta de cinco partes entrelazadas por la mitología yoruba y el pensamiento Bantú– relata historias originadas en el África y la diáspora de millones de sus hijos trasladados al Nuevo Mundo, durante los 500 años del auge y configuración del sistema-mundo capitalista: la modernidad en Occidente. Los ensayos de El árbol brujo abarcan el mismo universo de temas de Changó; escritos por Zapata mucho antes y durante la escritura de la novela, dan cuenta de las reflexiones e investigaciones que nutrieron su proceso creativo; de la mano de Sandoval ausculta el universo de los esclavizados llegados a las colonias americanas, siguiendo a Diop se adentra en la historia del continente africano.
El padre Sandoval escribió su obra en Cartagena de Indias -en los tiempos de la Inquisición- cuando este puerto era uno de los principales en el comercio de esclavizados llegados al continente americano. Integrante de la Compañía de Jesús -fundada por Ignacio de Loyola-, su papel consistió en catequizar a los africanos que venían en los navíos de la infame trata; en bautizarlos y adoctrinarlos en la fe cristiana para salvarles el alma, además de sanar sus cuerpos para los duros trabajos en las plantaciones y las minas de las colonias. Como provincial de la Compañía ejerció labores educativas, acompañó a Pedro Claver en la ayuda a los catequizados e impresionado por la salud de esos miles de africanos decidió escribir un Tratado, como se estilaba en la época. Labor que emprendió con las ideas teológicas del cristianismo y los conocimientos de un hombre culto del siglo XVII; con la valiosa, imprescindible y pertinente ayuda de 18 lenguaraces (así se llamaban a los esclavizados que poseían conocimientos de las lenguas africanas) se adentró en el complejo universo de la Trata, de sus orígenes en África y las diversas etnias que vinieron al Nuevo Mundo; documento invaluable, escrito con información de primera mano, recabada de los relatos de los esclavizados y las tripulaciones de los navíos negreros. Se propuso varias veces viajar al África para completar sus investigaciones, pero no logró convencer a sus superiores en España de la importancia de sus trabajos.
Diop escribió su libro como tesis doctoral en Francia, en tiempos de los movimientos anticoloniales, de independencia de los países africanos de las metrópolis del capitalismo europeo, el sistema-mundo que instauró el mayor traslado forzado de seres humanos de la historia humana. Con el trabajo de millones y millones de africanos -en igual proporción de los pueblos indígenas– se alimentó el proceso que Carlos Marx denominó la acumulación originaria, en el capítulo XXIV de El Capital. Para el sabio senegalés era un deber inaplazable para los africanos revisar su propia historia y civilización, estudiarla para conocerla mejor, así llegarían a revelar la caducidad y el carácter grotesco de las armas culturales del colonialismo. En tiempos de descolonización, el desmonte de los saberes coloniales se tornaba una tarea impostergable. Así lo entendió Diop en su empeño por demostrarle a la prejuiciada academia europea el origen negro de las civilizaciones egipcia, etíope, y la extensión y la antigüedad del sustrato negro de la Humanidad. Sus investigaciones le dieron un vuelco total a la egiptología y a las sesgadas y limitadas representaciones de la historia de África imperantes en Europa desde cuando Jean François Champollion descifró, a inicios del siglo XIX, los jeroglíficos de la piedra de Rosseta. Situación que empieza a modificarse con su obra, inspiradora de la Historia General de África, un salto definitivo para los pueblos africanos: al fin consiguieron juzgarse por sí mismos, sin el apoyo intelectual de otros e iluminar su propia historia.
Se comprenden las múltiples conexiones posibles entre Sandoval y Diop, al fin y al cabo, en tiempos y desde ángulos distintos, participaron del gran acontecimiento histórico de la Humanidad: el triángulo conformado por Europa, África y América en la configuración del capitalismo. Y en este contexto la contribución de los pueblos indígenas y africanos; la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de las riquezas naturales de sus territorios produjeron las riquezas transferidas a las grandes metrópolis europeas.
¿Qué tanta conciencia tenías estos dos hombres del sistema en el que estuvieron inmersos? Ambos tenían en sus mentes los horizontes de sus respectivas épocas: Sandoval el de la empresa colonizadora europea, Diop el de los movimientos anticoloniales. Al primero le tocó la ingrata misión de contribuir desde la espiritualidad cristiana a la asimilación de los esclavizados a los duros y extenuantes trabajos en las colonias; el segundo brindó luces con sus investigaciones históricas a los movimientos que desmontaron el sistema colonial en África. En este amplio arco de tiempo hay muchos hilos entrecruzados, como los exploró Manuel Zapata Olivella para escribir Changó, el gran putas, inspirado, entre sus tantísimas lecturas, por los invaluables libros de Alonso de Sandoval y Cheihk Anta Diop.
Fuente: cronicon.net