La era de la descarbonización
El pasado 21 de febrero sucedieron tres cosas que aparentemente no tenían relación entre sí, pero que estaban estrechamente ligadas al momento que vive la transición ecológica. La calle Alcalá de Madrid amaneció con decenas de tractores rodeados de miles de agricultores que gritaban por megáfonos «No al Acuerdo de París»; las redes sociales se hicieron eco de un prototipo de un Cadillac propulsado por energía nuclear, denominado WTF (World Thorium Fuel), como alternativa a la gasolina; y varios medios publicaron que JPMorgan, BlackRock, State Street y Pimco —las principales firmas financieras estadounidenses que gestionan cientos de miles de millones de dólares en activos— van a abandonar o a reducir su implicación en Climate Action 100+, la mayor iniciativa de grupos inversores que busca que las empresas reduzcan sus emisiones contaminantes.
La descarbonización es ya un propósito político y social global marcado por la comunidad científica: es la única vía eficaz para evitar que, en este siglo, la temperatura media del planeta aumente dos grados (o incluso los supere), con irreversibles consecuencias. La mayor parte de los gases de efecto invernadero proceden del consumo de combustibles fósiles, por eso se inició una carrera hacia otras alternativas en 2015 con la firma del Acuerdo de París, y cada año adquiere un ritmo más acelerado —tal vez demasiado, en opinión de algunos expertos, o más bien, «demasiado inconsistente», como matizan algunos—. Se refieren a una disparidad de velocidades cada vez más acentuada: el sector de las renovables es el que está acometiendo una transformación más profunda en menor tiempo, mientras que otros, como la industria, la movilidad o la agricultura, están claramente rezagados, muy por detrás del calendario acordado en París.
Fuente: ethic.es