noviembre 4, 2025
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Chile: un país desconocido

Ciertamente que el triunfo comunista en las elecciones primarias presidenciales de los partidos gobiernistas no sólo ha sido sorprendente en nuestro país, sino mucho más todavía en el exterior, ya que los partidos comunistas han ido desapareciendo en todo el mundo como fuerzas políticas de relevancia. De por sí este extraño evento nos podría incentivar a que adquiramos un mayor conocimiento de nosotros mismos y de nuestra historia, y de promover que en el mundo en general también se nos conozca mejor. Seguramente por ser virtualmente una isla en el último rincón del mundo, combinada con la particular habilidad que han tenido nuestras elites de edulcorar muy bien nuestras realidades -tanto para nosotros mismos como para el exterior-, hemos llegado a ser un país especialmente desconocido.

Así, nos presentamos como un país históricamente democrático, en contraste con la generalidad de los países latinoamericanos. Pero ello lo podemos hacer porque nuestras formalidades han
ocultado muy bien nuestro fondo. De partida, desde la Independencia hasta la guerra civil de 1891, Chile se constituyó como una virtual monarquía absoluta rotativa, con ropaje republicano, en que el sistema electoral estaba completamente controlado por el Presidente quien de hecho designaba al Congreso, al Poder Judicial y a su sucesor.

Luego tuvimos una república parlamentarista exclusivamente oligárquica sumamente represiva del emergente proletariado minero y urbano; la que en 1925 se amplió a los sectores medios en base a un presidencialismo autoritario que –junto con impulsar una política de industrialización, vía sustitución de importaciones- mantuvo una sistemática represión de los sectores populares la que culminó, entre 1948 y 1958, con la ilegalización del Partido Comunista (PC) y severas restricciones al movimiento sindical, además de la mantención del campesinado como virtuales siervos de los patrones latifundistas. Y con un sistema electoral –desde 1891- que distorsionaba profundamente la voluntad popular a través del cohecho urbano y del “acarreo” de los inquilinos en el campo; lo que se hacía posible con cédulas electorales fabricadas por cada partido y una cultura popular todavía muy sometida. La derogación en 1958 de aquellas leyes restrictivas y el establecimiento de una cédula única nos permitieron, por primera vez, tener un efectivo sistema democrático.

Pero, desgraciadamente, pese a que dicho sistema logró en poco tiempo profundos cambios económicos y sociales (como el fin del latifundio y la nacionalización del cobre); la fratricida división del centro y la izquierda política (que en 1965 habían logrado ¡138 diputados, contra 9 de la derecha!) hizo posible -como es universalmente sabido- que a través del golpe militar de 1973 la derecha refundara nuestro país sobre la base de un neoliberalismo extremo que le entregó virtualmente un poder irrestricto en la sociedad a algunas decenas de grandes grupos económicos.

Fuente: pressenza.com