Chile frente a AngloTeck, el nuevo gigante minero

La minería siempre ha sido un espejo donde Chile se mira y no siempre le devuelve un reflejo justo. El país se sostiene en el cobre como columna vertebral de su economía, pero no controla la totalidad de ese metal. Las grandes transnacionales privadas han ocupado espacio a pulso de compras, fusiones y concentraciones. Ahora la fusión entre Anglo American y Teck se convierte en una señal que enciende luces de alerta. Se levanta una pregunta inevitable. ¿Chile está preparado para enfrentar una concentración creciente de sus recursos estratégicos en manos de pocos gigantes?
Un marco legal insuficiente
En Chile no existe una ley específica que prohíba la concentración de la explotación minera en manos privadas. El Código de Minería y la Constitución reconocen que los recursos pertenecen al Estado, pero al mismo tiempo entregan concesiones amplias y protegidas a privados. La regulación de la competencia corresponde a la fiscalía nacional Económica (FNE) y al Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TDLC). Estas instituciones pueden revisar fusiones cuando exista riesgo de concentración abusiva en un mercado relevante. Sin embargo, la minería chilena nunca ha enfrentado un caso emblemático de bloqueo de concentración. Las operaciones mineras se analizan sobre la base de la libre competencia clásica. No se consideran elementos como la soberanía sobre recursos estratégicos ni el impacto geopolítico de entregar a un solo conglomerado la mitad de la producción de cobre
Esto significa que Chile puede regular el precio de los medicamentos o la concentración en supermercados, pero no necesariamente la fusión de dos gigantes mineros que dominan miles de millones de dólares en exportaciones. La ley protege la libre competencia entre privados con regulaciones domésticas, pero no protege al país de perder el control sobre su riqueza natural.
La compra de Teck por Anglo American
La fusión que origina ANKLO TECK muestra el problema con claridad. TECK operaba Quebrada Blanca, un proyecto de clase mundial con enormes reservas de cobre. ANGLO AMERICAN ya estaba en Collahuasi y en Los Bronces. Ahora la nueva firma queda con tres de los yacimientos más poderosos del país. Desde Londres, Toronto y Johannesburgo se celebra la creación de un coloso. En Chile se escuchan aplausos tímidos por la promesa de más inversión y tecnología. Pero la pregunta de fondo no aparece en los discursos oficiales. Qué porcentaje de las utilidades quedará en el país y qué porcentaje se irá directo a las matrices.
Los ejecutivos hablan de sinergias por 800 millones de dólares y de eficiencia. Para Chile eso no significa más impuestos ni más regalías automáticas. Significa que la nueva empresa obtendrá más rentabilidad. Las arcas fiscales solo verán un efecto marginal si es que la producción aumenta y las ventas se disparan. No hay un mecanismo que obligue a reinvertir una fracción de esas sinergias en beneficio del territorio donde se extraen los recursos.
“Concentración poco a poco”
El punto central es que la concentración se da en silencio y sin frenos. Una compra hoy, una fusión mañana, una asociación estratégica pasado mañana. El resultado final puede ser que dos o tres empresas controlen más del setenta por ciento de la producción de cobre en Chile. Nadie discute que el cobre es la sangre que mueve al país. Sin embargo, no existe una política pública que trace un límite. Los reguladores se enfocan en si habrá competencia suficiente entre privados. Nunca se preguntan si la soberanía nacional se diluye cuando la mayor riqueza queda bajo el dominio de conglomerados que no rinden cuentas al pueblo.
La compra de Teck por parte de Anglo American encaja en esa lógica. Nadie puede negar que es legal. Nadie puede decir que viola normas de libre competencia. Pero el efecto político y económico para Chile es enorme. Se consolida un gigante que opera minas decisivas en el norte y que tendrá voz dominante en la industria. Y mientras tanto Codelco enfrenta deudas, atrasos y caídas de producción. La paradoja es brutal. La empresa del Estado pierde terreno mientras los privados se fusionan y se vuelven colosos.
¿Quién regula de verdad?
En teoría la (FNE) debería revisar toda operación que pueda reducir la competencia. El (TDLC) debería pronunciarse si esa concentración pone en riesgo el mercado. En la práctica estos organismos rara vez tocan al sector minero. Sus resoluciones más conocidas apuntan a farmacias, supermercados, bancos, telecomunicaciones. La minería aparece como un territorio intocable donde las grandes transacciones pasan casi sin ruido.
Los riesgos para el futuro
Si la tendencia sigue, un puñado de compañías definirá el ritmo de la minería chilena. Podrán coordinar inversiones, decidir cuándo expandir o reducir producción y presionar en el Congreso cada vez que se discutan alzas de impuestos o reformas ambientales. El Estado quedará atado a negociar con gigantes que manejan cifras cercanas a la mitad del presupuesto nacional. Se trata de un riesgo real de pérdida de soberanía económica.
Otros países ofrecen ejemplos de lo que ocurre cuando las transnacionales concentran el control. En Centroamérica las bananeras convirtieron repúblicas enteras en satélites de sus intereses. En Perú, Glencore y Southern se disputan territorios donde el Estado tiene poca voz. En Zambia, Glencore llegó a tener tanto peso en la minería del cobre que podía amenazar con cerrar operaciones si el gobierno intentaba subir impuestos. En el Congo, la combinación de multinacionales con élites locales corruptas generó enclaves que funcionan como estados paralelos. En todos esos casos la concentración minera o agrícola debilitó al Estado y fortaleció a empresas que se convirtieron en árbitros del destino económico.
Chile corre ese riesgo. El país podría convertirse en una república del cobre manejada por directorios que sesionan en Londres o Toronto. Los beneficios quedarían en el extranjero mientras los costos ambientales y sociales se quedan en el norte chileno. La población local recibe empleos y regalías limitadas. El agua escasea, las comunidades pelean por aire limpio y la riqueza viaja en barcos que cruzan el Pacífico.
Un debate pendiente
La discusión no es técnica sino política. Chile necesita decidir si permite que las transnacionales mineras se concentren sin límites o si establece reglas claras. Podría fijar topes de participación de mercado, imponer regalías progresivas más duras o exigir inversión en fundiciones locales. Podría declarar ciertos yacimientos como estratégicos no concesionables. Podría fortalecer a Codelco para que recupere protagonismo. Pero todo eso requiere decisión política y voluntad de enfrentar a gigantes con bolsillos profundos.
Por ahora la compra de Teck por Anglo American pasa como una noticia de negocios. Se aplaude en la prensa económica internacional. Se comenta como si fuera un triunfo inevitable del capital. En Chile se comenta poco y se regula menos. Esa indiferencia es peligrosa. Una concentración poco a poco puede ser tan dañina como una venta masiva de golpe. Cuando el país despierte podría ser tarde y las minas estarán en pocas manos que no rinden cuentas a nadie en Santiago ni en Antofagasta.
Chile no tiene ley que prohíba la concentracion
La regula a medias el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TDLC) pero sin mirar la dimensión estratégica. La compra de Teck por Anglo American encaja en ese vacío legal y político. No hay un control real. La concentración avanza en silencio. El país se juega su soberanía mineral sin darse cuenta. Y mientras no exista un debate profundo el cobre seguirá saliendo por los puertos como un botín que enriquece a otros, dejando que el Estado mire desde la vereda.
Fuente: pressenza.com