EL GRITO PROFÉTICO DE CRISTIANOS DE LA PROVINCIA DE SANTA ELENA Pedro Pierre
La crueldad de los malos tratos impuestos a Jorge Glass en la cárcel del Encuentro ha removido la conciencia y el corazón de “la Iglesia viva” de la provincia de Santa Elena. Frente a un gobierno indolente y criminal -por permitir las torturas que sufre Jorge Glass, la desaparición forzada de 4 niños raptados, desmembrados y quemados por un grupo de las Fuerzas Armadas, el asesinato de 3 indígenas de Imbabura por los mismos militar…- unos cristianos alzan su voz y escriben una sentida carta a su obispo para que intervenga en favor de Jorge Glas, injustamente alzado como un trofeo político por el mismo presidente que lo mandó hace poco en una cárcel inacaba en sus 2/3ª partes.
He aquí la carta que ha de alegrarnos por su valentía, conmocionarnos y provocarnos a actuar.
“Santa Elena, 24 de noviembre de 2025.
Monseñor Iván Minda, obispo de la diócesis de Santa Elena,
De nuestras consideraciones.
Nosotros/as, miembros de la Iglesia viva que camina en esta diócesis, nos dirigimos a usted como nuestro Pastor para expresarle una profunda inquietud que se agranda cada día.
En la cárcel que están construyendo en la comuna ‘Junta del Pacífico Julio Moreno’, se encuentra recluido el Ing. Jorge Glass; por conocimiento de personas de suma confianza, sabemos que la situación de salud, cuidados médicos y demás, es totalmente una tragedia; más allá o no de lo injusto de su libertad, sabemos que está teniendo un trato de tortura física, psicológica y moral.
Como creyentes en el Señor de la vida, creemos que, por encima de las leyes, está la consideración de su dignidad como hijo de Dios, como ser humano; al estar la cárcel en el territorio de nuestra Iglesia de Santa Elena, tenemos la obligación evangélica de recordar lo que nos dice el evangelista Mateo: “Estuve en la cárcel y me fueron a ver” (Mt. 25,36).
Creemos que, igualmente usted como pastor de esta Iglesia que camina, debe alzar su voz profética, seguir el camino del Evangelio y ser guía para nosotros los miembros caminantes según el capítulo 25 de Mateo nos da pauta a seguir: No podemos permitir que en nuestra diócesis se atropelle la dignidad de nadie, por más delincuente que sea. Tampoco queremos que se nos marque indolentes, cómplices o silenciadores de atropellos humanos.
Monseñor Iván, guíenos y sea el profeta que necesitamos en una Iglesia tan dolida y golpeada por la violencia; Queremos que nos dé esperanza, que siembre unión, no miedo ni venganzas, sino paz basada en la justicia.
Reciba esta carta como expresión del deseo de creyentes en el Dios de la vida y vida en abundancia.
Muy atentamente,
Miembros de la Iglesia viva.”
(Siguen muchas firmas con nombres, apellidos y número de cédula de identidad).
Que esta carta sea un ejemplo para muchas “Iglesias vivas” en todo el Ecuador. La ‘sangre de Abel’ sigue abundantemente derramada en nuestro país: “Clama la sangre de tu hermano y su grito me llega desde la tierra. En adelante serás maldito” (Génesis 4,10-11). Y, como en tiempos del apóstol Santiago, “el salario de los trabajadores que cosecharon (nuestros) campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Señor de los ejércitos… Condenaron y mataron al inocente, pues ¿cómo podía defenderse?” (5,4-6). El mismo Jesús de Nazaret advierte: “Al final recaerá sobre ustedes toda la sangre inocente que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que ustedes mataron ante el altar, dentro del Templo. En verdad les digo: Esta generación pagará por todo eso” (Mateo 23,35-36).
Que, junto a la carta de nuestros hermanos de la provincia de Santa Elena, resuenen en nuestros oídos las palabras de Dios del Génesis, de Santiago y de Jesús. No podemos quedarnos “indolentes, cómplices o silenciadores de atropellos humanos”. Si no, algún día, escucharemos también nosotros las palabras de Yahvé a Caín: “¿Dónde está tu hermano?” ¿Responderemos como Caín? “No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?» (Génesis 4,9).
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