‘Vivir frente al relleno es insufrible por la peste, las ratas y las moscas’.
“Cuando era niño, mi cuarto tenía vista directa al campo. Abría la ventana y veía a los animalitos y el verde de la hierba y los árboles. Ahora, lo que veo es una montaña de basura que cada día crece más. Y no solo la veo, también la huelo. Yo nací en El Inga Bajo, al igual que mis padres.
Mi casa es la más cercana al relleno. Es un pasaje sin nombre y yo vivo al fondo, en el último lote. Lo único que nos separa a mí y a mi familia del relleno es la E35.
En este barrio hemos de vivir unas 1 000 personas. La gran mayoría somos familia. Mis abuelos fueron dueños de estas tierras y nos han heredado a los hijos y nietos. Aquí se vivía en paz.
Cuando llegó el relleno a este lugar, hace más de 20 años, no se avanzaba a ver dónde ponían la basura, era en la parte de delante de ese gran espacio, pero conforme pasaron los años, se fue llenando y no tuvieron más opción que empezar a enterrar los desperdicios cerca de nuestras casas. Nadie nos avisó que se iba a depositar tan cerca de nuestro barrio la basura de Quito. Cuando empezamos a ver los camiones que llegaban protestamos, pero nos dijeron que estemos tranquilos, que solo utilizarían para parte de atrás del terreno, pero no cumplieron.
Hace mucho tiempo ya se llenó, y empezaron a hacer montañas con la basura. Todo sube en lomas que cada vez se ven más altas, y por los lados se ven los desperdicios mezclados con tierra.
En este barrio vivían todos de la agricultura. Mi mamita María Llulluna era una de ellas. Recuerdo que sembraba maíz, habas, fréjol… y todo lo que cosechaba comíamos nosotros de niños y jóvenes. Era lindo. Ahora ya no puede sembrar porque todo se lo comen las ratas.
Fuente: elcomercio.com