noviembre 5, 2025
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África en cifras, heridas y cicatrices (3) – Malawi, el corazón pobre del África austral

Malawi es un país sin salida al mar, rodeado por Zambia, Tanzania y Mozambique. En sus mapas no hay costas ni puertos que conecten al mundo, solo fronteras que encierran a más de 21,1 millones de habitantes según datos del Banco Mundial (2023). Su territorio, de apenas 118.000 kilómetros cuadrados es más pequeño que Cuba, pero alberga una de las densidades rurales más altas del continente con 230 personas por km².

El PIB total ronda los 11.000 millones de USD y el PIB per cápita apenas llega a 508 USD que es uno de los cinco más bajos del mundo. Más del 70 % de la población vive bajo la línea internacional de pobreza (2,15 USD/día). La agricultura representa el 30 % del PIB y da empleo a más del 80 % de la población activa, pero solo el 4 % de la tierra está irrigada, lo que hace al país extremadamente vulnerable a sequías y ciclones.

Los problemas de salud son igualmente contundentes. El VIH/SIDA afecta al 8 % de los adultos ya que la malaria causa más de 4 millones de casos anuales y la desnutrición crónica afecta al 37 % de los niños menores de cinco años. La expectativa de vida se sitúa en 65,7 años y es por debajo del promedio mundial pero ligeramente superior al africano.

El contraste más brutal es el Lago Malawi, de más de 29.600 km² y con 700 especies de peces endémicos, un ecosistema único que podría ser motor turístico y económico. Sin embargo, en sus orillas la mayoría vive en pobreza extrema, sin electricidad (solo el 12 % de la población rural tiene acceso) ni servicios básicos. Malawi es un espejo roto ya que tiene riqueza natural junto a una pobreza que parece perpetua.

De Nyasaland a la independencia

La historia de Malawi comenzó bajo otro nombre y es Nyasaland. Desde finales del siglo XIX los británicos convirtieron este territorio en un protectorado. En 1930, menos del 10 % de las tierras fértiles estaba en manos de agricultores africanos ya que el resto fue acaparado por colonos europeos para cultivos de exportación como algodón y té. La educación formal era casi inexistente, desde 1950 la tasa de alfabetización apenas alcanzaba el 15 %.

La lucha por la independencia se gestó en ese vacío. Hastings Kamuzu Banda, médico formado en el extranjero, encabezó el movimiento que culminó con la independencia en 1964. Dos años después el país se declaró república. Banda instauró un régimen de partido único que duró hasta 1994. Durante su mandato el PIB per cápita osciló entre 200 y 300 USD, la esperanza de vida se mantuvo por debajo de los 45 años y la mortalidad infantil superaba las 150 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, una de las más altas del mundo.

El régimen construyó algunas carreteras y hospitales, pero bajo una lógica autoritaria que castigaba toda disidencia. La represión dejó miles de presos políticos y un exilio que vació al país de profesionales.

La transición democrática llegó en 1994 tras un referéndum en el que más del 60 % de los votantes rechazó el sistema de partido único. Desde entonces Malawi ha celebrado elecciones periódicas, con una alternancia pacífica en el poder que contrasta con sus fragilidades económicas. Pero el Estado heredó un esqueleto institucional débil y una economía atada a la agricultura de bajo rendimiento. Medio siglo después de su independencia, todas las promesas de desarrollo siguen siendo cuentas pendientes.

Fuente: pressenza.com