Al fallarle a la revolución sudanesa, le fallamos a Palestina
En los meses transcurridos desde octubre de 2023, la sensibilización en torno al sufrimiento del pueblo palestino creció considerablemente en todo el mundo. Esta sensibilización se vio facilitada en gran medida por las redes sociales, que brindan la información que no está disponible a través de los medios de comunicación dominantes y tradicionales, especialmente en el Norte global. En consecuencia, se desataron protestas a favor de Palestina en todo el planeta, acompañadas de debates en Internet y fuera de la red en los que se expresa un apoyo sin precedentes a la causa palestina.
Sin embargo, la historia nos recuerda que la sensibilización por sí sola no alcanza para que el proyecto de liberación palestino prospere, aunque sirve como punto de partida fundamental. Examinar las experiencias de los contextos en los que la sensibilización en torno a la lucha palestina ha sido una constante —y no un hecho reciente— puede aportar análisis valiosos que sirvan de base para los esfuerzos de promover no solo la causa palestina, sino también otros proyectos revolucionarios a escala mundial.
Las poblaciones de países cercanos a Palestina han sido durante mucho tiempo más conscientes de las realidades de la ocupación sionista, debido a su proximidad física, al idioma compartido y a la influencia del panarabismo y del movimiento anticolonial de las décadas de 1950 y 1960. Aunque estos movimientos políticos se han disipado, los sentimientos propalestinos se mantienen vivos gracias a la lengua compartida y a la importancia religiosa que Palestina tiene para la mayoría de estas poblaciones vecinas. El impacto de esto es evidente cuando se compara la posición que ocupa Palestina en la sensibilidad popular de los países de habla árabe con la posición que ocupan las luchas de ciertas naciones africanas y asiáticas que no hablan árabe y que gozaron de apoyo popular durante las décadas de 1950 y 1960, pero cuyas narrativas de solidaridad han caído en el olvido. A pesar de la reducción generalizada de los espacios de debate político, la causa de Palestina conserva una fuerte presencia en la conciencia pública de los países de lengua árabe, ya que aparece en protestas inconexas sobre temas nacionales locales, en canciones infantiles, cánticos deportivos y debates cotidianos.
Sudán no es la excepción a esta realidad. Históricamente, la población sudanesa, al igual que muchos de sus países vecinos de lengua árabe, ha incluido con frecuencia posturas propalestinas en sus relatos de orgullo nacional. Por ejemplo, durante mucho tiempo Jartum se jactó de llamarse la capital de los ‘tres noes’, en referencia a la Cumbre de la Liga Árabe celebrada en 1967 en esa ciudad, donde los países participantes se comprometieron a no mantener la paz con Israel, a no reconocerlo y a no negociar con él. Durante decenios, y hasta hace poco, esto era mencionado con frecuencia en declaraciones políticas relacionadas con la causa palestina realizadas por las instituciones y Gobiernos sudaneses. Al mismo tiempo, en una práctica que se reitera en muchos países de lengua árabe, una expresión popular sudanesa de enojo político contra los regímenes de Gobierno injustos consistía en compararlos con el régimen sionista. De hecho, un insulto recurrente contra figuras políticas de la región en las redes sociales de lengua árabe es la frase “Estos son los verdaderos sionistas”. Independientemente de cuán profundos sean sus conocimientos sobre la geopolítica de la lucha en Palestina, quienes utilizan esta frase equiparan al sionismo con la injusticia y se adhieren al antisionismo y el apoyo a Palestina.
La frase “Estos son los verdaderos sionistas” sigue apareciendo en discusiones tanto en Internet como en otros ámbitos de Sudán, así como en Siria, Egipto y otros países de la región. Pero el apoyo a la causa palestina en sí ha fluctuado con el correr de los años, en cuanto a su vigor y preponderancia, como respuesta a las transformaciones políticas y cambios en el discurso de los medios de comunicación. Un ejemplo clave es el período del Gobierno de transición de Sudán (GtS) de 2019 a 2021, luego de que la revolución de 2018 derrocara a la dictadura de Omar al Bashir, que estuvo 30 años en el poder. En este período, a medida que el GtS pretendía normalizar las relaciones con el régimen de ocupación de Palestina, hubo indicios tanto de un histórico apoyo popular a Palestina, como de una disminución de dicho apoyo.
El 3 de febrero de 2020, el portavoz oficial del GtS difundió un comunicado1 en el que negaba que los socios civiles del Gobierno tuvieran conocimiento previo de las reuniones celebradas en Uganda entre sus socios militares en el Gobierno, representados por el jefe del consejo soberano y las Fuerzas Armadas de Sudán, y el primer ministro israelí. Mientras tanto, en lugar de declarar claramente su condena o su respaldo a las relaciones con Israel, los socios civiles de la coalición gobernante —que incluía, entre otros, a los partidos Baaz, Nasserista, Ummah y Comunista, que formalmente se oponen a la normalización de las relaciones con Israel— se enfocaron en disputas burocráticas sobre si los militares tenían autoridad para influir en las relaciones exteriores. Dado que estos partidos no fueron sometidos a un escrutinio público real en relación con la postura que adoptaron, no se les pidió que aclararan las razones que les llevó a adoptar este enfoque. Sin embargo, el análisis de su enfoque general en aquel momento sugiere que se trataba de un episodio más del patrón de minimización de la oposición de la opinión pública al Gobierno de transición, en el que la mayoría de ellos eran socios, y distanciamiento de las posiciones de los islamistas derrocados. De hecho, solo el islamista Partido del Congreso Nacional del régimen derrocado priorizó el rechazo de toda normalización de las relaciones con la ocupación.
El secretismo y el desorden caracterizaron los pasos del “proceso de normalización”: desde los cuatro meses de negociaciones secretas entre la inteligencia militar e Israel2 , hasta la visita del Secretario del Tesoro de Estados Unidos y la firma del tratado de normalización en enero de 2021. Todo ello envuelto en la bruma de las celebraciones oficiales por las nuevas relaciones del país con la comunidad internacional y con un enfoque claro en la firma de acuerdos de facilitación de préstamos. Es evidente que el GtS temía una reacción popular contraria a su política exterior antipalestina e intentó minimizar la participación pública en el proceso, e incluso que este se conociera. Aunque esto reafirma el peso que tiene la opinión pública propalestina en Sudán, el éxito parcial de la justificación y la propaganda del GtS en relación con la normalización arroja luz sobre los cimientos cada vez más inestables en los que se sostiene esta opinión pública.
El GtS defendió su decisión de normalizar las relaciones con Israel, al enmarcarla como una transacción vinculada al retiro por Estados Unidos de Sudán de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo y al acceso a préstamos internacionales.3 El Gobierno aplicó el enfoque de “Sudán primero”, una táctica que utiliza a menudo para justificar otros crímenes políticos, como sus políticas económicas neoliberales que generan pobreza.
En un esfuerzo serio por construir un frente popular de apoyo a los derechos palestinos es fundamental analizar por qué el apoyo popular a veces no llega a generar una solidaridad eficaz y explorar cuáles son los requisitos para una buena acción política.
El presente artículo analiza tres dinámicas clave que caracterizan a la política sudanesa en relación con Palestina y las dificultades interseccionales de ambos países: 1) el proceso de trasladar la lucha palestina al terreno metafísico (metafisicalización), observándola desde una mirada puramente religiosa; 2) la dicotomía de la solidaridad negra frente a la árabe, y su estrecha relación con la política identitaria; y 3) la competencia por la atención pública y mundial a la luz de la simultaneidad de la guerra en Sudán y la guerra genocida sionista contra Gaza.
Estas dinámicas no son exclusivas de Sudán, sino que ocurren a escala mundial y plantean retos a las y los activistas que apoyan a Palestina en todo el planeta. Estudiarlas es, por tanto, esencial para entender por qué el apoyo popular no siempre genera una solidaridad eficaz, para explorar los requisitos de una buena acción política y para trabajar por una liberación transnacional sostenible.
Fuente: tni.org