diciembre 23, 2025
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Burbuja de Humanismo

Por: Guri´s Dixit

Cuenta la leyenda que Martín Lutero, en un arrebato de fe pragmática, sentenció: «Incluso si supiera que el mundo se desintegra mañana, aun así plantaría mi manzano». Esa imagen del hombre cavando la tierra mientras el cielo se desploma es la síntesis perfecta de la resistencia humana. Hoy, mientras el preparo el mate, y se enfría y las noticias de la «guerra híbrida» saturan las pantallas, esa vieja frase cobra una urgencia renovada.

Vivimos en lo que podríamos llamar el Pandemónium Moderno. Según datos de la ONU, existen al menos 15 focos de conflicto internacional de alta intensidad. La rivalidad entre las potencias por la hegemonía tecnológica, el estruendo de los misiles en Europa del Este, la herida supurante en la Franja de Gaza y las tensiones migratorias en Occidente dibujan un mapa de dislocación. La política, como bien advertía D’Alembert, se ha perfeccionado como el arte de engañar, mientras la industria armamentista se consolida como el motor oscuro de la economía global.

Sin embargo, frente a esta horizontalidad del conflicto —donde el poder se mide en fronteras y recursos— surge, a veces, una Burbuja de Humanismo. Recientemente, en un encuentro sobre la obra de Jaime Correas, “Roberto Juarroz: la palabra necesaria”, emergió la figura de un poeta que decidió no mirar hacia los lados, sino hacia abajo y hacia arriba.

La Verticalidad como Acto de Rebeldía
Roberto Juarroz, el poeta argentino de la «Poesía Vertical», nos ofrece un antídoto contra el ruido. Influenciado por la estructura lógica de Ludwig Wittgenstein y el aforismo desnudo de Antonio Porchia, Juarroz no buscaba describir el mundo, sino perforarlo. Su obra es un «corte metafísico» en el tejido de lo cotidiano.

Para Juarroz, el lenguaje no era un adorno, sino una herramienta de excavación. Si la guerra es el arte de la destrucción física, la poesía de Juarroz es el arte de la reconstrucción ontológica. En un mundo que nos obliga a ser consumidores de contingencias, la invitación de Juarroz a buscar el «Absoluto Real» es un acto de soberanía intelectual.

«La poesía es la única prueba de que el ser humano puede mirar el fondo.»

Esta frase no es un consuelo ingenuo; es una exigencia. Mirar el fondo implica reconocer el vacío, el silencio y la muerte, pero también la capacidad de nombrar la realidad desde un lugar que la guerra no puede tocar.

Un Mapa de Influencias: De Heráclito a Huidobro
La genealogía de esta burbuja humanista es rica y profunda. Juarroz no surgió de la nada; fue el resultado de una alquimia de pensamientos que hoy, más que nunca, necesitamos revisitar:

Heráclito: La idea de que el camino que sube y el que baja es el mismo. La vida no es una línea recta, sino una tensión constante.
Vicente Huidobro: El Creacionismo. La convicción de que el artista no debe imitar a la naturaleza, sino crear nuevas realidades que nos permitan habitar el caos.
Novalis: Ese romanticismo alemán que fusionaba misticismo y filosofía, recordándonos que el espíritu tiene capas que la economía no alcanza a contabilizar.
Al rescatar poemas y correspondencia inédita, Jaime Correas nos devuelve la imagen de un Juarroz solitario pero universal. Un hombre que, al margen de las escuelas literarias y las modas académicas, construyó una de las obras más coherentes del siglo XX. Octavio Paz lo entendió de inmediato: Juarroz liberó la palabra de sus cadenas descriptivas para dotarla de una dimensión vertical.

La Resiliencia de la Palabra
Nietzsche decía que el arte es una mentira que nos hace darnos cuenta de la verdad. En el contexto de los conflictos actuales, el arte (y específicamente la poesía conceptual de Juarroz) funciona como una estructura de soporte. No es un escape de la realidad, es una inmersión inmediata en la hondura.

Mientras las potencias discuten aranceles y territorios, el acto de presentar un libro o meditar sobre un verso es nuestra forma de plantar nuestro árbol. Es la afirmación de que, a pesar de la desintegración aparente, el espíritu humano persiste en su necesidad de fundar sentido.

La metapoesía —esa poesía que reflexiona sobre sí misma— nos recuerda que somos lenguaje. Y si logramos que nuestro lenguaje sea más que insultos y amenazas, si logramos que sea «la palabra necesaria», habremos ganado la batalla más importante: la de nuestra propia humanidad.

No podemos detener los misiles con metáforas, pero podemos evitar que los drones destruyan nuestra capacidad de pensar y sentir profundamente. La obra de Juarroz es un recordatorio de que la vida, sin ese corte metafísico que nos conecta con lo absoluto, sería, en efecto, un error.

En medio de la guerra híbrida y la saturación informativa, elijamos la verticalidad. Plantemos nuestro árbol literario. Porque, como demostró Juarroz, incluso en el vacío más absoluto, siempre es posible encontrar un punto de apoyo si la palabra es lo suficientemente honesta.

Fuente: pressenza.com