septiembre 4, 2025
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Candidaturas en Aysén: ¿Por un regionalismo sin escrúpulos?

Escrupuloso viene del latín “scrupŭlus”: piedrecilla.  Pero no una cualquiera, una que nos molesta en el avance en pos de nuestros objetivos, sean éstos los que sean.  Tengan el cariz que tengan.  Afecten a quienes afecten.

Su origen, según diversas fuentes, remite a los legionarios romanos, reconocidos por sus constantes y extensas marchas en sus campañas imperiales.  En tales incursiones constantemente se les colaban guijarros en las sandalias, obligándose a seguir el trayecto sin detenerse, para así no retrasar a todo el grupo y exponerse a una sanción.  Sintiendo en todo momento esa diminuta, dolorosa, incomodidad.  Generales, senadores y tribunos, en cambio, al ir de a caballo, no tenían ese problema. Ellos, nos dice la historia, no tenían escrúpulos.

Es este relato parte de las reflexiones constantes de la humanidad.  La discusión sobre el costo que estamos dispuestos a pagar en pos de cumplir nuestros objetivos. O, incluso en ocasiones, hacerlo pagar al resto.  Algo fácil: saldar facturas con billeteras ajenas es lo más cómodo del mundo.

Al griego Pirro se le cuelgan las victorias pírricas. Y al filósofo renacentista Maquiavelo que el fin justifica los medios, aunque, a decir verdad, la frase en el Príncipe era menos maquiavélica a como suena: la idea era que, dependiendo los objetivos, se debían definir las tácticas.  O cuando el Raskolnikov de Dostoievsky, tras asesinar y robar a la anciana prestamista, reflexionaba -como buen sociópata- que ese dinero haría mayor bien social si estaba en sus manos, joven universitario, que en las de la vieja usurera.

En política es recurrente escuchar que no hay que tener escrúpulos.  Que el pragmatismo la lleva, que los objetivos superiores están por sobre otras minucias terrenales.  Traicionar convicciones (si es que se las tiene) forma parte de este repertorio.

Lo vimos hace poco en la negociación parlamentaria.  Específicamente, en la conformación de listas.  Donde el principal protagonista fue el actual diputado independiente Miguel Angel Calisto, ex DC, ex PRI, nuevamente ex DC, pero siempre centroderecha, al fichar por el partido Federación Regionalista Verde Social (FRVS) con el fin de competir y lograr un cupo en el Senado.

Pocos días antes de dar el sí a la tienda controlada (nunca mejor dicho) por el matrimonio compuesto por Flavia Torrealba (su presidenta) y Jaime Mulet (su diputado), Calisto estaba negociando ir por la lista de Chile Vamos, apoyo a la UDI Evelyn Matthei mediante. En un par de días, analizando su situación personal, cambió de aliados políticos y se subió a una tienda que apoya al actual gobierno.  Con el compromiso de respaldar a la candidata PC Jeannette Jara.

Todo en nombre de Aysén.

Al frente no lo hicieron muy distinto. Pirquineando candidatos por todo Chile con el fin de abultar su incidencia política y, de plano, no desaparecer por falta de votos, el FRVS abrió las puertas a quien quisiera sumarse.  Sólo se tenía que ser independiente.  En términos formales solamente, es decir ante el Servel.  Daba lo mismo la situación legal, historial de votación en el Congreso, vínculos empresariales. Y menos aún la adhesión a los estatutos partidarios.

Fuente: pressenza.com