agosto 27, 2025
Portada » Blog » Colombia, del oro al petróleo

Colombia, del oro al petróleo

No fue el oro el que destruyó a Colombia. Fueron los españoles. No vinieron sabios ni artistas, vinieron brutos y hambrientos. Soldados sin patria, campesinos sin tierra, pobres de solemnidad enviados por una monarquía en ruinas a encontrar riqueza ajena. No cruzaron el Atlántico para construir. Cruzaron para arrasar.

Desembarcaron sucios, violentos y armados. No traían ciencia ni justicia, traían piojos, pólvora y crucifijos.
Ni siquiera sabían leer ni escribir, pero aprendieron rápido las palabras “oro”, “mina”, “castigo” y “esclavo”. A cambio, quemaron templos, destruyeron lenguas, arrasaron familias y torturaron sabidurías milenarias que jamás entendieron.

No fue una conquista. Fue una operación sistemática de saqueo, exterminio y borrado. Vinieron a violar, someter, esclavizar. La Iglesia no llegó a salvar almas, sino a bendecir cadenas.
El Virreinato no fue gobierno, sino verdugo. La historia oficial, una gran mentira con tinta europea.

No lo hicieron en un mes ni en un año. Lo hicieron durante siglos, arrinconando pueblos enteros, esclavizando niños y mujeres, contaminando ríos y asesinando culturas. De los seis millones de indígenas que vivían en lo que hoy llamamos Colombia, apenas sobrevivió una fracción. La mayoría fue asesinada, diezmada por trabajos forzados, o convertida en sombra.

El inicio del saqueo

El saqueo comenzó oficialmente en 1499, cuando el navegante Alonso de Ojeda llegó a lo que hoy es La Guajira. Venía acompañado por el cartógrafo Juan de la Cosa y un joven que acabaría manchando toda América con su nombre: Américo Vespucio. El primer acto fue criminal: raptaron indígenas Wayuu para venderlos como esclavos en las Antillas. Ese fue el inicio, un ataque disfrazado de exploración. Un secuestro con bandera cristiana. Una invasión sin retorno.

Y no basta decir que fue hace cinco siglos. El oro que sacaron aún reposa en bancos europeos. Las montañas que perforaron siguen siendo minas activas bajo control extranjero. El crimen no ha prescrito, solo ha mutado. Hoy el saqueo lleva corbata, pero sigue siendo colonialismo.

Esta columna no pretende ser neutra. No es relato, es grito. No es historia, es memoria activa. Una acusación contra el imperio que vino a destruirnos y contra todos los que callaron.

Fuente: pressenza.com