¿En qué momento se perdió la vergüenza a ser ‘pinochetista’?

Quienes aspiran a conducir el país deben tener un mínimo de respeto por las víctimas para vivir en democracia, entendiendo que convivimos en paz, no pensando en aniquilar al adversario porque piensa distinto.
Hace poco más de un mes, un concejal de la comuna de Las Condes, en Santiago de Chile, propuso la osada idea de ponerle el nombre de Augusto Pinochet a alguna calle o plaza de la comuna. Afortunadamente, a pesar del avance de la ultraderecha negacionista en nuestro país, su intento, al menos hasta ahora no prosperó. Preocupado por este intento de distorsionar el doloroso pasado de nuestro país con homenajes al dictador, inmediatamente presenté un proyecto de ley en la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile para que se prohíba en todo el país nombrar alguna calle, plaza, parque o espacio público con el nombre de quien lideró una de las dictaduras más sangrientas y crueles de Latinoamérica. ¿Cómo darle un honor así a un genocida? ¿Queremos ser un país que en pleno 2025 honre al líder de una asociación criminal, que elegantemente se autodenominaba Junta Nacional de Gobierno? ¿Qué valores queremos transmitirles a las nuevas generaciones?
Uno esperaría que a estas alturas no debiese ser ni siquiera necesario legislar al respecto, cuando ya innumerables informes, comisiones internacionales e, incluso archivos desclasificados de la CIA, han constatado que hubo una operación de desestabilización a la Unidad Popular, incluso desde antes que asumiera el presidente Salvador Allende. Aún así, quien es nada más y nada menos que la principal candidata presidencial de la derecha chilena, Evelyn Matthei, dice con total liviandad que el golpe militar “era necesario o nos íbamos derechito a Cuba”. No conforme con eso, ahondó aún más diciendo que “no había otra. Lo que quiero decir es que, probablemente al principio, en el ’73, ‘74, era bien inevitable que hubiese muertos, porque estábamos en una guerra civil”. Con qué liviandad intenta normalizar lo que fue una atrocidad para miles de chilenas y chilenos, para nuestra historia. ¿En qué momento se perdió la vergüenza de ser “pinochetista”?
La derecha chilena se justifica apelando a la libertad de expresión para emitir declaraciones que revictimizan, dañan profundamente la memoria, justifican lo injustificable aduciendo que era “el precio para no llegar a ser Cuba”. Lo que para ellos aparece como “daño menor”, significó para nuestro país que miles de familias hayan perdido a sus seres queridos, otros miles ni siquiera saben cuál es el paradero de sus esposos, madres, hijos, hermanos, tíos, amigos. Decenas de miles más pasaron por detenciones vejatorias fuera de todo amparo de Ley, por torturas y golpizas. ¿Es esto lo que pretenden justificar como sociedad? Sorprende que aquellos de la derecha que se dicen demócratas den vuelta la mirada y callen ante la tremenda atrocidad que dijo su candidata Matthei. Que por ganar unos pocos votos dejan aflorar sus sentires más profundos en donde degradan la vida de los que no piensan como ellos, representa un peligro para la convivencia futura. Porque queda la duda, si lo hicieron antes y ahora lo justifican, ¿lo volverían a hacer?
Enaltecer la dictadura y a Pinochet, con todo el dolor que causaron, es demasiado grave para ser pasado por alto. Es por este peligro inminente que le he expresado al Gobierno del presidente Boric que le ponga urgencia de discusión inmediata a este proyecto de ley que prohíbe nombrar calles, plazas y monumentos con el nombre de Augusto Pinochet. Uno pensaría que legislar sobre esta materia debiese ser totalmente innecesario a estas alturas, pero lamentablemente no es así. Quienes aspiran a conducir el país deben tener un mínimo de respeto por las víctimas para vivir en democracia, entendiendo que convivimos en paz, no pensando en aniquilar al adversario porque piensa distinto. En definitiva, para entender lo grosero que es este intento de homenajear a Pinochet basta imaginar cómo sería si en Alemania se nombrara una calle o plaza como Adolf Hitler, o en España nombrar a un parque como Francisco Franco. Inimaginable. Cautelar los derechos humanos, la memoria y las garantías de no repetición está más vivo que nunca y es deber de todo demócrata hacer lo necesario para honrar a las víctimas a través de la verdad y la justicia.
Fuente: pressenza.com