Hacer frente a la guerra
La descarada agresión de Donald Trump y el Comando Sur contra Venezuela pueden desembocar en una guerra con consecuencias desastrosas para los pueblos de América Latina, el Caribe y, por supuesto, para el mismo pueblo estadounidense.
Como ha sucedido una y otra vez en la historia, los pueblos ponen los muertos y las élites insensibles, las corporaciones financieras y armamentistas, se llevan la ganancia.
No hay argumento que justifique la destrucción de una nación por otra, mucho menos, si los argumentos que se esgrimen no son sino argucias, inventos, justificaciones para engañar a la gente y amarrarla en situaciones de conflicto, fabricando enemigos inexistentes.
Contextos agresivos
El objetivo inmediato, visible y monstruoso de Trump y su administración es la apropiación directa de las enormes reservas naturales de Venezuela. Apropiación que seguramente ya ha sido a su vez reservada por anticipado por alguna empresa multinacional, corrompiendo con dádivas o promesas futuras a más de algún funcionario, representante político o pariente.
Pero esta ofensiva debe ser vista, comprendida y, sobre todo, denunciada, desde varios ángulos.
En primer término, liquidar al gobierno bolivariano es equivalente a ejemplarizar lo que le sucede a los pueblos y liderazgos que osan desafiar la arrogancia imperial. Un método usado y muy conocido desde antaño para prevenir futuras rebeliones.
De este modo, es obvio que nada termina con Venezuela, sino que, en las mentes afiebradas de los estrategas bélicos, se continuaría con Cuba, Nicaragua, incluso con México, Colombia y Brasil.
No cabe duda que varios think tanks neoconservadores han aconsejado, ante el avance chino y el fortalecimiento de los BRICS, tomar por la fuerza lo que consideran su plaza más cercana, América Latina y el Caribe, antes de aventurarse en nuevas guerras lejanas.
El contexto político regional les resulta aparentemente favorable, con varios gnomos políticos vasallos en el gobierno, que se ilusionan con verse adulados y apoyados por la potencia del Norte. Hasta algunos países del Caribe, otrora férreamente unidos en postura soberana, han sucumbido al avance retrógrado, quien sabe con qué promesas.
Como hemos sostenido en otras oportunidades, más allá de sus lamentables consecuencias, este momento reaccionario es eso, una reacción a las transformaciones y mejoras – aun cuando parciales – producidas en los últimos años en la región y el mundo. Pero más allá del desgaste de las políticas progresistas y el aumento lógico de expectativas en las poblaciones debido al crecimiento social colectivo, es sobre todo la alta incertidumbre frente al futuro y la inestabilidad y extrañeza que genera un paisaje humano modificado en sus hábitos y posibilidades, lo que motivan un impulso regresivo en muchas personas.
Todo esto se suma a la metódica instalación de la violencia generalizada y el temor en la subjetividad colectiva a través de medios y plataformas corporativas . Esta difusión masiva del peligro de hechos delictivos – objetivamente existentes, pero desproporcionadamente presentados en forma y volumen a las audiencias masivas – abre la puerta al discurso de “mano dura” y a la irrupción de cuerpos armados extranjeros junto al aumento de la vigilancia y el control social.
Nada nuevo, y sin embargo, bastante efectivo, al menos en el corto plazo, para garantizar la expansión de la ultraderecha y su discurso irracional.
Como señaló el senador Bernie Sanders, la escalada contra Venezuela también pretende desviar la atención hacia un escenario bélico, frente a la crisis económica y social interna que afronta la población de los Estados Unidos, marcada por el aumento de los precios de servicios básicos como salud, vivienda y alimentación.
Asimismo, llenar los medios y las redes de continuos exabruptos, endilgando a otros la culpa de las injusticias producidas por el propio sistema, son parte de la estrategia comunicacional de manipulación utilizada por las ultraderechas, impidiendo así que los temas verdaderamente importantes formen parte de la agenda de discusión pública.
Visto en perspectiva más extendida, asistimos a la caída de un ciclo histórico largo, inserto en el marco del dominio colonial y neocolonial de Occidente. Esa caída y su correspondiente reemplazo por un nuevo momento civilizatorio, es lo que está en juego y se quiere resistir y demorar por parte de los poderes establecidos anteriormente.
Fuente: pressenza.com
