agosto 1, 2025
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La apatía política como alarma en una Democracia en crisis

La apatía política muestra una crisis de representación en nuestro país,  cuyo reflejo son los índices de baja participación electoral que se están registrando en las elecciones. En la Ciudad de Buenos Aires la participación fue de las más bajas de la historia, en donde votó el 55,3% del padrón solamente en las últimas legislativas.

Históricamente la asistencia electoral osciló entre el 69 % al 85 %, con un 77 % en promedio, en esta última dos de cada cinco personas no fueron a votar. Hace muy poco nomás, en 2019 el nivel de participación fue del 80,1% en la Ciudad, según informa el Ministerio de Justicia porteño y recupera chequeado.com

Los índices más bajos se registraron en 2003, muy cerca del estallido de 2001, momento con el cual encontramos numerosas coincidencias comparado con la coyuntura actual. En la historia los ciclos se vuelven a repetir, en distinta escala. Las enormes similitudes con el desánimo por la participación y el descreimiento en la política con la década del 90’ alarman. Es un fenómeno no solo de la Ciudad de Buenos Aires, sino que se registró en niveles muy similares en las elecciones del último año en las provincias argentinas.

Podemos analizar esta situación desde distintos puntos de vista, pero sin duda demuestra una crisis de las instituciones del sistema democrático formal representativo que no está dando respuesta a los intereses y necesidades de las mayorías. Y las nuevas derechas crueles y violentas aprovechan esta situación para sus propios intereses. Les sirve la despolitización, el individualismo, el sálvese quien pueda.

Quizás muchas personas ya descreen en que esta Democracia pueda producir un cambio real. El “que se vayan todos del 2001”, se da en otro nivel, porque hay falta de propuestas, falta de sistemas de ideas, de corrientes de pensamiento y acción que puedan proponer un futuro claro.

El estado de ánimo de apatía se da hoy no sólo hacia la participación democrática de grandes sectores, sino que se refleja en un cierto sentimiento de derrota, de desánimo en  el campo de las organizaciones, de la militancia. Otra similitud con los 90’. Si los 90’ fueron el fracaso definitivo de la generación revolucionaria de los 70’, ahora estamos atravesando el fracaso de la generación de los 2000, quienes vivimos la apertura hacia gobiernos populares transformadores en la región. Con Cristina como su última exponente en nuestro país, ya presa injustamente y sin poder participar. Reconocer el fracaso no es lo mismo que la derrota o la resignación. Es reconocer que hay objetivos e ideales que no se pudieron cumplir, para ir hacia el futuro en un nuevo intento, transformador en otra escala.

Hay una nueva generación que está asomando y buscando tomar la posta, y podría recuperar lo mejor de ese proceso de los gobiernos populares de principio de siglo, y llevarlo a otro nivel de humanización. Con nuevas formas de hacer política, de organizarse, podría ser con estrategias más horizontales y colectivas, donde se manifieste una fuerte sintonía en los conjuntos humanos. Que además lleve a generar transformaciones más profundas que las que se intentaron, porque quedó mucho por hacer en los campos de los valores, del valor por el ser humano, yendo hacia un cambio más profundo social, cultural, político, espiritual.

Fuente: pressenza.com