julio 21, 2025
Portada » Blog » La izquierda y el ecosistema mediático perdido

La izquierda y el ecosistema mediático perdido

El creciente éxito de la derecha y la ultraderecha entre los votantes de clase trabajadora no se ganó con documentos políticos o grupos de expertos: se construyó a través de medios que hablan su idioma, su lenguaje. Si la izquierda quiere competir, necesita construir un ecosistema mediático dirigido a ese público.

Uno que se dedicó al tema de la comunicación ve como la situación va cambiando permanentemente, pero también percibe –con dolor- cómo el discurso del progresismo, de la izquierda, ha caducado. Los mensajes no fueron cambiando aunque la realidad sí.

Nos hemos quedado sin nuevo libreto, repitiendo viejos discursos para sociedades que ya no existen. Quizá tenga que ver con los ciclos que hemos vivido en América Latina, sorprendentes, donde a un gobierno progresista lo reemplaza uno ultraderechista. Más allá de lo político, habría que explicarlo sociológicamente.

En nuestra región el progresismo, la izquierda, no han renovado sus discursos, elaborados años atrás para sociedades y realidades que hoy ya no existen o al menos no son las mismas de una década atrás. No se trata de arriar banderas, sino de divulgar los mensajes con lenguajes que puedan ser comprendidos y asimilados por una comunicación social que ha cambiado radicalmente en los últimos años… y continúa cambiando.

Mensajes no basados en lo que fuimos –o lo que pudimos haber sido- sino sobre lo que somos hoy y lo que necesitamos hacer para dejar de ser lo que nos convertimos hoy. Lo principal es vernos con nuestros propios ojos para poder hacer creíble lo que digamos, para mostrar quiénes y cómo somos… y para saber qué debemos hacer.

A partir de la década de 1970, los principales medios de comunicación se alejaron del público de clase trabajadora. Las secciones dedicadas al mundo laboral desaparecieron (quizá porque perdieron fuerza los sindicatos), los diarios redujeron su distribución en comunidades menos pudientes y menos densamente pobladas, y los grandes medios reorientaron su enfoque hacia campañas promocionales y periodismo de estilo de vida diseñado para lectores burgueses y adinerados.

La tendencia se vio impulsada por los mercados digitales, que obligaron a las noticias a depender de suscriptores de pago en lugar de hacerlo de anunciantes. Estas presiones intensificaron lo que el académico Victor Pickard describe como una tendencia hacia la «restricción informativa» endémica de los sistemas de medios de comunicación basados en el mercado.

Mientras tanto, la derecha invirtió en formatos que atraían al público trabajador: programas de radio, noticias por cable sensacionalistas y, más tarde, vídeos online. Una vez atraídos, los espectadores podían ser empujados gradualmente hacia la derecha.

Los espectadores a menudo se sienten atraídos inicialmente por los medios conservadores no por su ideología, sino por su estilo y tono: la voz, la estética, la capacidad de identificación, el lenguaje. Con el tiempo, llegan a aceptar (y acostumbrarse a consumir) sus narrativas políticas y sus posiciones ideológicas.

La derecha pasó décadas construyendo una esfera mediática alternativa, que tiene muchas fortalezas de las que carece la izquierda. Mientras que la izquierda tiene un universo vibrante de publicaciones y podcasts especializados, generalmente se dirigen abrumadoramente a un público ya muy comprometido y con estudios universitarios.

La derecha, por su parte, dedicó muchos más esfuerzos a llegar a las comunidades de clase trabajadora y a audiencias más allá de las élites conservadoras.

La izquierda se ha dedicado a la denunciología, olvidando la tarea de construcción de un ecosistema mediático que rivalice con los medios de comunicación de derecha tanto en credibilidad, alcance, como en impacto.

Los progresistas e izquierdistas necesitan historias conmovedoras y convincentes de la vida pública que lleguen a nuevas audiencias, sabiendo utilizar las  nuevas tecnologías de la comunicación, con centralidad en la vida de sectores juveniles y de trabajadores (muchos de ellos hoy desocupados), utilizando una narración dinámica, accesible y atractiva.

Fuente: pressenza.com