noviembre 1, 2025
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La pantalla negra de ChatGPT: cuando el diseño se vuelve hostil para las personas autistas

La nueva versión de la aplicación móvil de ChatGPT, con fondo negro y variables de color verde fosforescente, ha sido presentada como una evolución tecnológica. Sin embargo, para miles de usuarios neurodivergentes, esa interfaz no es un avance: es una barrera. Lo que para algunos resulta una estética “moderna” o “gamer”, para las personas autistas se convierte en un entorno hostil, estresante y agobiante. Y lo más grave: no existe alternativa.

El problema no es solamente visual. No se trata de una preferencia por “gustos de colores”. En el caso del autismo, los estímulos sensoriales tienen un impacto real y profundo en el bienestar cotidiano. Los contrastes extremos, los tonos saturados, los destellos brillantes, generan sobrecarga sensorial: fatiga, ansiedad, bloqueo cognitivo. Esa pantalla no invita a la concentración ni al trabajo sostenido, sino a la dispersión y al malestar.

Pero hay un segundo nivel de agresión, aún más sutil: la falta de elección. OpenAI ha decidido que esa es la interfaz obligatoria en la aplicación móvil. No ofrece alternativas de accesibilidad ni la posibilidad de volver al diseño claro y estable que muchos usuarios, entre ellos autistas, necesitan para trabajar. Esa imposición significa que el usuario vulnerable debe adaptarse a un entorno hostil o perder acceso al servicio. Se trata, en la práctica, de una forma de exclusión.

La paradoja es que hablamos de una herramienta que millones de personas usan para estudiar, escribir, trabajar, regular su día a día. En el caso de quienes somos autistas, la previsibilidad y la continuidad no son un lujo, son un sostén vital. Una pantalla negra cargada de símbolos verdes rompe con esa continuidad, interrumpe protocolos de funcionamiento y recuerda constantemente que el control no está en manos del usuario.

La accesibilidad digital no es un favor: es un derecho. Así como existen normas para que los espacios físicos no excluyan a personas con movilidad reducida, también las interfaces tecnológicas deben diseñarse pensando en la diversidad neurológica. Eso significa ofrecer alternativas reales: modos de visualización sobrios, sin ruido visual, sin imposiciones estéticas disfrazadas de modernidad.

OpenAI tiene la responsabilidad de “recoger el guante”. No basta con innovar en capacidades técnicas si la forma de acceso se convierte en una barrera. Para una empresa que se define como pionera en inteligencia artificial y ética aplicada, negar la posibilidad de elegir un entorno accesible contradice su propia narrativa.

La tecnología más poderosa pierde legitimidad si no puede ser amable. Y una pantalla negra, con verde estridente y sin alternativa, no es amabilidad: es un recordatorio de que el diseño puede ser una forma de violencia invisible para quienes más necesitan apoyo.

Fuente: pressenza.com