enero 2, 2025
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La Patria siendo la avenida Patria a lo Quito

ntre tantas pinturas de sus amigos artistas se encuentra Rodolfo Piedra, el pintor que inició la Patria con el arte. Ese día no ha llevado sus cuadros. Con sus ojos claros y su boina color café en esa tarde fría, no pierde el tiempo y saca su celular para dar a conocer el proceso y el final de sus obras, que ha plasmado en varios lugares como el Hotel La Floresta, donde tiene dos murales. Reniega, porque no puede manejar bien su teléfono.

—Me da iras —exclama, con su voz, que es bastante bajita a causa de un accidente.

En los contactos de WhatsApp va poniendo las fotos y vídeos que solo duran hasta un segundo. Él piensa que duran más y dice:

—No quiere caminar esta cosa —se ofusca, hasta que le explico lo que pasa.

Él se siente encantadísimo de que le hagan fotografías. Le muestro las que le hice y queda contento. Antes de dar la entrevista, apunta a que esta “salga alhaja”.

—Veamos, intentemos, quiero que me conozcan y lo que diga lo diré con corazón.

En 1982 inició a estudiar arte en la “Casa de las Culturas”. Estuvo dos años. Fue el más adelantado en su clase. Nos sentamos y reinicio la grabación en la que se escucha de fondo la música folclórica, que es el sonido más recurrente en “El Ejido”. No dejo de admirar las manos de Rodolfo, que son la muestra fiel de su trabajo como pintor.

—Me llamo Edison Rodolfo Piedra Terán. Ese don de la pintura y de la plástica es dotado primeramente por Dios que le llegó a mi madre, que era artista-pintora. Ella fue compañera de Oswaldo Guayasamín en la Escuela de Bellas Artes de Quito. Yo le seguí a ella. Soy el cuarto de los doce hermanos que éramos. Mi padre trabajaba en el Ministerio de Finanzas. A mi padre le encantaba tocar la guitarra y era buenazo para cantar tango. A mi madre le gustaba la plástica, tocar el piano y también era balletista. Yo, de pequeño, a los ocho añitos, veía ese entusiasmo de los dos que me causaba una alegría, porque era el conocimiento del arte. Me dediqué a ver cómo pintaba mi madre. Veía que venían turistas de Venezuela, de la Argentina, de los Estados Unidos a comprar las obritas que hacía mi madre. Así fue como me involucré con el conocimiento de mi madre y me puse yo también pilas. Dije: “mi madre va a ser mi profesora del arte” —, recuerda, y continúa su relato.

Fuente: lalineadefuego.info