Los beneficios psicológicos de leer poesía
La poesía nunca ha sido un género mayoritario. Pocos han sido capaces de mantener una rutina en su lectura una vez pasada la Selectividad. Pero, si se rebusca entre los libros de la estantería adolescente, se encontrarán poemas subrayados en Platero y yo o en El Romancero Gitano. Incluso puede sorprender el hecho de recitar de memoria el poema de «La Pulga Federica» de Gloria Fuertes o «Romance de la luna, luna» de Lorca. Esta especie de nostalgia y arrepentimiento hará que aumente la curiosidad de aproximarse, ya de adultos, a autores contemporáneos como Luis García Montero, Luis Alberto de Cuenca o Raquel Lanseros… La experiencia de leer poesía es un redescubrimiento de algo que ya existía; como si se cayese en la cuenta que el gusto por ese lenguaje ha penetrado desde la infancia.
Uno se puede preguntar, entonces, por qué ha tardado tanto tiempo en retomar este hábito. Quizás es porque leer poesía es algo que se lleva a cabo en un tiempo de ocio no productivo a nivel social, y eso es algo que no está de moda. A lo mejor, también influye que se haya considerado como algo frívolo y elitista (ya desde la Grecia clásica se apuntaba en ello…). Otro aspecto relevante es que parece poco asequible al inicio; incluso se contempla como más exigente que otro tipo de lectura, ya que requiere de una especial concentración. Además, es habitual que no se entienda el mensaje a la primera. En la misma línea, sus beneficios son de naturaleza no cuantificable en el corto plazo, pues necesita de tiempo y paciencia. Pero no hay excusa.
Fuente: ethic.es