[París] Solidaridad Asia Francia (SAF) junto a los olvidados: comidas calientes distribuidas en las calles
París, 15 de noviembre de 2025 – En la esquina de una calle en el Ayuntamiento, un olor a arroz de azafrán y verduras a fuego lento se eleva por encima del frío asfalto. Es un poco más que mediodía, y ya se forma una cola, silenciosa, disciplinada. Hombres solteros, mujeres con cochecitos, estudiantes extranjeros, jubilados cansados: una cara de precariedad que París conoce demasiado bien, pero que a menudo no queremos mirar.
Hoy en día, hay más de 150 personas a la espera de una comida caliente, distribuida por la asociación Solidarités Asie France (SAF).
Una acción rutinaria para la asociación, pero que, en el contexto social actual, adquiere la apariencia de una emergencia humanitaria.
París, ciudad de la luz… y ciudad de las sombras
Detrás de las ventanas iluminadas y las animadas terrazas, persiste otra realidad: la de miles de personas que viven en situación de calle, sobreviven con unos pocos euros o no colman su hambre.
En los ojos de los que esperan, una mezcla de fatiga, modestia y alivio ante la idea de salir con una comida caliente entre las manos.
Farid, de 34 años, que llegó de Irak hace dos años, dijo con voz discreta: “No estoy pidiendo mucho. Sólo una comida y un saludo. Al menos aquí, no nos sentimos invisibles. »
La solidaridad como único baluarte
Bajo una tienda de campaña apresuradamente organizada, los voluntarios están activos en un rápido ballet. Algunos vierten el curry ardiente en bandejas, otros distribuyen pan o fruta. La coordinación parece fluida, pero cada gesto es el resultado de un trabajo upstream: recolección de donaciones, preparación en la cocina, transporte, organización.
“No tenemos los medios para un servicio público, pero tenemos lo que muchas instituciones han perdido: el contacto humano”, dice un voluntario, secándose la niebla que se asienta en sus gafas.
Detrás de las escenas de la operación: la huella de Rumon Ahmed
En el centro del dispositivo, destaca una silueta por su energía: Rumon Ahmed, coordinador de esta distribución. Teléfono en mano, mirada fija, maneja lo inesperado, comprueba las existencias, calma a los que se impacientan.
“Queremos evitar que alguien se vaya sin comida. Intentamos mantener un marco, pero también flexibilidad. No es una cola, son personas”, dijo.
Son sus esfuerzos, a menudo invisibles, los que han permitido movilizar voluntarios, organizar la preparación y asegurar que todo llegue a tiempo, caliente y en cantidad suficiente. Su compromiso es elogiado por todo el equipo: “Sin Rumon, esta distribución nunca habría tenido esta escala”, expresa uno de los voluntarios.
Voluntarios, un ejército silencioso
Hoy en día hay una docena de ellos: estudiantes, trabajadores, habitantes del barrio, algunos habituales, otros vinieron por primera vez.
Todo el mundo encuentra su lugar en esta cadena humana: servir, usar, limpiar, pero también escuchar.
Una sonrisa intercambiada, una mano colocada en un hombro, un “buen coraje” susurrado. “A veces la gente viene principalmente a hablar. Subestimamos la soledad en esta ciudad”, explica Stephanie, voluntaria desde hace ocho meses.
Más allá de la comida: restaurar la dignidad
La comida es solo una parte de lo que se juega aquí. También está esta mirada, esta atención, este simple gesto que nos recuerda que nadie debe ser reducido a su precariedad.
“Yo trabajo, pero ya no puedo pagar mi alquiler. El fin de mes es demasiado difícil”, dice Michel, un jubilado de 68 años que continúa haciendo trabajos ocasionales. “Una comida como esa cuenta. Me alivia. »
Cuando la sociedad se olvida, las asociaciones permanecen
En Francia, la precariedad está explotando: crisis de vivienda, inflación, debilitamiento de los servicios de vivienda. Ante esto, asociaciones como SAF juegan un papel esencial, a menudo con medios limitados pero una voluntad intacta.
“Lo que hacemos no es excepcional. Esto es lo que debería ser la norma”, dijo un funcionario de la asociación. “Nadie debería tener hambre en un país como el nuestro».
La movilización continúa: “No dejaremos a nadie atrás”
Al final de la distribución, a medida que las ollas vacías y las mesas se retiran, algunas personas siguen hablando con los voluntarios.
Hay sonrisas, un agradecimiento discreto. Entonces la calle recupera su calma, pero no su indiferencia.
El SAF ya se está preparando para empezar de nuevo. La demanda está aumentando. La angustia también.
“Mientras haya alguien en la calle, estaremos allí”, dijo Nayan NK, presidente de SAF, antes de guardar una última caja.
En estas calles donde avanza la precariedad, la solidaridad sigue siendo una de las últimas murallas. Un sofoco en una ciudad como París a menudo demasiado fría.
Fuente: pressenza.com
