Petro, Washington y el nuevo mapa que ya empezó

“Colombia dejó de ser patio trasero. Ahora es pieza de equilibrio global.”
Un giro geopolítico que marca época
La reunión entre Gustavo Petro y altos enviados de Estados Unidos no es un gesto diplomático más. Es una señal de que Colombia ha pasado a ser territorio estratégico, ya no por su conflicto interno, sino por su posición frente al reordenamiento global. Estados Unidos no se mueve por simpatías ideológicas. Se mueve por cálculo. Si hoy busca a Petro, es porque Colombia puede definir (no seguir) el equilibrio entre Washington, China, Brasil y el nuevo Sur Global en formación.
El cambio es profundo. Durante décadas, Colombia fue interpretada como plataforma militar y política del norte en el continente. Hoy, esa lógica se invierte y la Casa Blanca entiende que su influencia regional depende de construir socios con autonomía relativa, no de imponer obediencia. En ese contexto, Petro se transforma en interlocutor útil, no por afinidad, sino por necesidad.
La reacción de Maduro y el pulso regional
Y la reacción inmediata de Nicolás Maduro lo confirma. El presidente venezolano salió a respaldar públicamente a Petro no porque lo admire, sino porque entiende el riesgo. Si Washington logra absorber a Petro en su órbita, el eje progresista latinoamericano pierde al único líder con capacidad de hablar con todos sin dependencia total. Brasil tiene poder, pero no filo. México tiene filo, pero evita confrontar. Petro es el que rompe el molde. Y eso incomoda y seduce al mismo tiempo.
Maduro actúa rápido porque percibe que el tablero regional se está reordenando. En esta nueva dinámica, las lealtades ideológicas pesan menos que la capacidad de maniobra. Petro no representa una izquierda clásica, sino una izquierda que busca sobrevivir en un mundo donde los bloques ya no son cerrados. Esa flexibilidad lo convierte en pieza incómoda para todos los polos de poder.
Los cálculos de Washington
Estados Unidos llega a Petro por tres razones.
- La primera es moderar el avance chino sobre infraestructura estratégica latinoamericana.
- La segunda es evitar que Colombia se sume sin reservas al eje Brasil–Argentina–México–BRICS.
- La tercera es anticiparse a posibles estallidos sociales en la región donde Colombia sería un actor detonante o contenedor. Washington está adelantando jugada. No llega tarde, pero llega por precaución.
Estas tres motivaciones definen la nueva diplomacia de Washington en América Latina. Más que imponer políticas, busca prevenir escenarios incontrolables. Colombia, por su posición geográfica, su frontera con Venezuela y su acceso a los dos océanos, es un pivote natural para cualquier estrategia hemisférica. La Casa Blanca no pretende convertir a Petro en aliado fiel, sino en socio funcional: alguien que mantenga el equilibrio y evite que la región se incline demasiado hacia Asia.
Petro llega con fuerza, no con debilidad
Pero Petro no llega débil a la mesa. Llega con su victoria reciente sobre la reforma pensional, con una política exterior autónoma frente a Israel y con un discurso ambiental que le da legitimidad global incluso ante Europa. Petro no va a negociar como aliado obediente. Va a negociar como nodo necesario. Estados Unidos ya lo sabe. Por eso lo recibe, no lo presiona. Lo invita. No lo condiciona (al menos no en público).
Esa diferencia es clave. En otras épocas, un presidente colombiano acudía a Washington a buscar respaldo financiero o militar. Hoy, Petro acude a negociar poder y reconocimiento. Su agenda ambiental y su defensa de la Amazonía lo proyectan como figura global en un momento en que el cambio climático se convirtió en tema de seguridad internacional. Esa carta lo fortalece más que cualquier discurso ideológico.
Caracas observa y calcula
El apoyo inmediato de Maduro tiene otra lectura inteligente. Caracas sabe que Petro puede transformarse en el gran amortiguador entre Venezuela y EE.UU. Si ese rol se concreta, Maduro gana tiempo, legitimidad indirecta y espacio para negociar sanciones sin arrodillarse. Pero también sabe que si Petro gira demasiado hacia Washington, Venezuela quedaría aislada entre Brasil (moderado), Estados Unidos (reactivado) y Colombia (segunda puerta cerrada). Por eso va a marcar presencia simbólica.
El cálculo es claro y es si Petro logra equilibrar los intereses, Caracas podría reinsertarse gradualmente en el diálogo internacional. Pero si ese equilibrio se rompe, el aislamiento de Venezuela se profundizaría. Por eso Maduro no puede permitir que Colombia se convierta en un puente exclusivo de Washington.
Lo que está en disputa
Lo que está en disputa no es ideología, sino la arquitectura estratégica regional. Colombia podría transformarse en el primer actor bisagra real entre Estados Unidos y el Sur Global. No alineado ciegamente con ninguno, sino gestionando la tensión. Esa posición, bien usada, sería histórica. Mal usada, sería suicida. Petro lo sabe. Trump también. Maduro también. Lula también. Xi Jinping también.
El mundo ya no se ordena por bloques cerrados, sino por zonas de influencia flexible. En ese nuevo escenario, los países intermedios (como Colombia) tienen una oportunidad inédita de jugar a dos bandas. Pero ese juego exige inteligencia, disciplina y claridad sobre los límites. Petro puede consolidar un papel histórico o caer en el viejo dilema de las dependencias maquilladas.
Una mesa peligrosa
La pregunta hoy no es si Petro se acerca o se aleja de Washington. La pregunta es más compleja y peligrosa: ¿puede Petro entrar a esa mesa sin salir subordinado? Si logra mantener autonomía activa, será arquitecto. Si cede más de lo necesario, será absorbido.
Colombia nunca había estado tan cerca del poder real. Pero también nunca había estado tan expuesta. Este no es un encuentro diplomático, sino el inicio de una prueba estratégica mayor. No la verá el votante promedio. Pero la leerán, con extrema atención, en Washington, Beijing, Brasilia y Caracas.
La bisagra o la frontera
El destino de Petro y de Colombia depende de su capacidad para mantener la ambigüedad como herramienta, no como debilidad. En un mundo que vuelve a dividirse, los países que logran hablar con todos sin rendirse a nadie pueden escribir una nueva página. Colombia está en el centro de esa oportunidad.
La cuestión es si sabrá aprovecharla sin quedar atrapada entre los gigantes que la miran.
Fuente: pressenza.com