junio 26, 2025
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Trump, Irán y el paraíso perdido

La guerra que Trump no pudo detener

Donald Trump dijo que no quería una guerra pero la autorizó. Israel bombardeó Teherán, murieron periodistas y la reacción mundial fue de espanto. En Estados Unidos el caos político se desató, la OTAN se fragmentó y el mundo volvió a mirar al cielo con miedo. ¿Quién manda en la mayor potencia del planeta? ¿Quién decide cuándo se abre una guerra? ¿Qué pasó con el famoso “America First”? ¿No era eso lo que prometía Trump?

Estados Unidos se ve atrapado en su propio laberinto estratégico. Trump afirma no querer más guerras eternas pero da luz verde a una ofensiva que puede escalar a proporciones globales. El mundo asiste a una nueva paradoja geopolítica: el país que más predica la paz, es el que más armas dispara.

Hoy, cuando todo parece moverse al borde de la locura, la pregunta es si todavía existe una brújula moral o si el planeta entero ha quedado a merced de pactos invisibles, bombardeos selectivos y decisiones que se toman en habitaciones donde el pueblo nunca entra.

El ataque a Irán y la bomba mediática

El bombardeo sobre Teherán: La madrugada del lunes, Israel bombardeó un complejo en las afueras de Teherán. Según fuentes locales, el blanco era un supuesto centro de inteligencia, pero el impacto alcanzó un canal de televisión iraní. Murieron al menos tres personas, un camarógrafo y dos técnicos de sonido. No estaban armados. No estaban en guerra. Estaban informando.

Periodistas asesinados, medios silenciados: El ataque al canal iraní es más que un crimen de guerra. Es una advertencia. Bombardear un medio de comunicación en plena capital de un país soberano no es solo un acto militar es una agresión simbólica. Es decir, “Podemos silenciar tu voz y nadie hará nada”.

Reacciones internacionales divididas

La ONU condenó el hecho. La Unión Europea pidió explicaciones. Rusia y China hablaron de “acto de terrorismo mediático”. ¿Y Estados Unidos? Silencio. O peor: complicidad. Trump tuiteó que “los daños colaterales son lamentables, pero la operación fue exitosa”. Ninguna palabra sobre los muertos. Ninguna mención al canal destruido. ¿Libertad de prensa?

Estados Unidos entre la indignación y el miedo

Protestas y miedo ciudadano: En las principales ciudades de EE.UU. miles salieron a protestar. No quieren otra guerra en Medio Oriente. No quieren enviar a sus hijos a morir en desiertos que no entienden. Muchos recuerdan Irak. Otros, Afganistán. El trauma es generacional. Y la rabia también.

Fractura republicana, trumpismo versus realismo: Dentro del propio Partido Republicano, las voces se dividen. Algunos apoyan ciegamente a Trump, otros comienzan a dudar. Senadores como Rand Paul o Mitt Romney han criticado el ataque. Dicen que no hay justificación, que esto traiciona el ideario antiintervencionista. El trumpismo se tensiona.

Demócratas en silencio estratégico: Biden y los líderes demócratas, por su parte, guardan silencio. Temen parecer blandos, temen parecer belicistas. Su ambigüedad es una forma de complicidad. Callar ante una guerra es permitirla. Y en Washington muchos parecen más preocupados de las encuestas que de los cadáveres.

Trump en contradicción, el Presidente que firma la guerra que dice no querer: Prometió paz, entregó fuego. Trump ganó fuerza política prometiendo acabar con las guerras. “America First” era un grito contra el intervencionismo. Pero ahora, es él quien autoriza un ataque que puede encender toda la región. ¿Se traicionó a sí mismo? ¿O simplemente nunca creyó en su propio eslogan?

¿Presionado por el lobby israelí?

Muchos analistas señalan que el lobby pro-Israel en Washington tuvo un rol determinante. La relación entre Trump y Netanyahu siempre fue cercana. Ahora, con un Israel en crisis interna y externa, EE.UU. parece actuar como brazo militar de un aliado enloquecido. ¿Quién está gobernando realmente?

El ocaso de “America First”

Si Estados Unidos entra a una nueva guerra en Medio Oriente, el discurso de “America First” se disuelve. Porque no hay nada más antiamericano que poner las vidas de soldados estadounidenses al servicio de conflictos que solo benefician a otros. El nacionalismo económico cede ante el militarismo geopolítico.

El 5% de la OTAN y la industria de la guerra

La OTAN sube la apuesta armamentista: En respuesta a la tensión global, la OTAN anunció que sus países miembros aumentarán su gasto militar al 5% del PIB. Lo que antes era excepcional, ahora se convierte en regla. El complejo militar-industrial aplaude. Los pueblos, tiemblan.

Europa, entre la obediencia y el miedo

Alemania, Francia y Polonia anuncian compras masivas de armamento. Reino Unido lidera los ejercicios militares. Se entrena para una guerra que aún no comienza, pero que ya tiene presupuesto. El 5% del PIB no va a salud, ni a educación. Va a tanques, drones y misiles.

Beneficiarios de la industria bélica

Lockheed Martin, Raytheon, Boeing y otras firmas han visto subir sus acciones. En Wall Street la guerra es negocio. En Bruselas es estrategia. En la prensa es “defensa”. Pero para los pueblos del mundo es muerte anticipada. El rearme global ha comenzado.

¿Israel primero? El viraje moral del discurso estadounidense

El nuevo dogma, Israel como prioridad. Desde el ataque, queda claro que la política exterior de EE.UU. gira en torno a un solo eje: proteger a Israel a cualquier costo. Ya no se trata de paz ni de democracia, ni siquiera de petróleo. Se trata de blindar a un aliado que no respeta el derecho internacional.

Trump y la contradicción moral

¿Cómo puede un país que se dice defensor de los derechos humanos, permitir que su aliado ataque canales de televisión y mate periodistas? ¿Dónde está la coherencia? ¿O será que los principios solo aplican cuando conviene políticamente?

El mundo se da cuenta

Latinoamérica, África, incluso países de Europa comienzan a distanciarse. Nadie quiere ser arrastrado a una guerra por decisiones ajenas. La idea de una coalición global contra Irán no convence. Porque el verdadero problema no es Irán: es la impunidad de los poderosos.

El uranio, las ojivas y el silencio nuclear

Israel con armas nucleares no declaradas. El mundo entero sabe que Israel posee entre 80 y 100 ojivas nucleares. Nunca lo ha declarado oficialmente. No ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear. Y sin embargo no hay sanciones. Nadie lo fiscaliza. Nadie se atreve a decirlo en voz alta.

Irán, bajo la lupa permanente

A diferencia de Israel, Irán sí ha estado bajo inspección internacional. Su programa nuclear ha sido monitoreado por el OIEA. Los acuerdos firmados con la UE y EE.UU. buscaban justamente evitar que desarrollara armamento atómico. Pero el ataque reciente vuelve a encender las alarmas y pone en duda si tendrá incentivo para reanudar sus programas defensivos.

La doble vara nuclear

El problema no es quién tiene uranio. El problema es quién tiene permiso para usarlo. Israel puede bombardear, amenazar y almacenar armas nucleares sin consecuencias. Irán no puede ni enriquecer uranio sin que se active el pánico global. Es la política del doble estándar atómico.

Uranio, petróleo y narrativas de guerra

¿Dónde está el uranio iraní? Esa es la pregunta que ha reaparecido en medios occidentales, informes de inteligencia y discursos diplomáticos. Desde hace años se afirma que Irán busca enriquecer uranio para fines militares, aunque la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) nunca ha confirmado que Teherán tenga un programa nuclear activo con fines bélicos. A pesar de esto la narrativa de amenaza persiste, se recicla y se usa. ¿Con qué fin? Con el fin de justificar lo injustificable.

Intereses estratégicos disfrazados de moral internacional

La historia del uranio iraní recuerda demasiado a las armas de destrucción masiva que nunca aparecieron en Irak. La estructura narrativa es idéntica: se construye un enemigo invisible, se instala el miedo, se alimenta el relato mediático y se moviliza al mundo a favor de una intervención “preventiva”. Esta vez el guion incluye además el petróleo. Irán posee las terceras reservas de petróleo del mundo. ¿Casualidad o motivación? ¿Seguridad o ambición energética?

El petróleo como excusa, el uranio como demonio

Cada vez que un país del eje incómodo (Irán, Venezuela, Siria) tiene petróleo o uranio, Occidente ve amenazas, no recursos. Es como si la riqueza energética sólo fuera legítima si está bajo control aliado. Pero cuando Israel tiene ojivas nucleares, no hay fiscalización. Cuando Arabia Saudita financia guerras, se le invita a cumbres de paz. Y cuando Estados Unidos bombardea en nombre de la democracia, nadie vota en contra en la OTAN. En este juego el uranio es un demonio útil y el petróleo un botín

¿Quién gana, quién pierde, quién reconstruye?

El mundo dividido en escombros. Si la guerra se expande, los escenarios son apocalípticos. Estados Unidos podría enfrentar ataques en suelo propio, Europa sufriría el colapso energético, Irán sería devastado por bombardeos masivos, e Israel pese a su poderío nuclear, quedaría aislado y cercado por enemigos históricos. La idea de una “guerra quirúrgica” es hoy un espejismo mediático. El planeta no resistiría una nueva guerra total en Medio Oriente, con millones de desplazados, crisis económicas sistémicas y destrucción ambiental sin precedentes.

Reconstrucción o barbarie

La pregunta no es solo quién gana militarmente, sino quién reconstruye lo que quede. ¿Estados Unidos volverá a invertir en escuelas, hospitales y rutas después de arrasar regiones enteras? ¿O simplemente abandonará las ruinas como en Irak o Afganistán? ¿Qué harán Europa o China ante una catástrofe global? Las guerras ya no se ganan en el campo de batalla, sino en la reconstrucción. Y nadie parece tener un plan para el día después.

Una humanidad sin brújula

El siglo XXI tenía todas las condiciones para ser la era de la inteligencia, de la energía limpia, del avance global coordinado. Pero la geopolítica ha empujado a la humanidad hacia su reverso: una especie sin brújula, con tecnología de punta usada para destruir en lugar de construir. Si Trump no logra detener la escalada y si Israel continúa actuando sin freno ni castigo, lo que viene no será el futuro sino el pasado más oscuro repetido en clave nuclear.

Epílogo. El paraíso perdido tiene nombre

Nadie disparó la primera bala. Pero alguien apretó el primer botón. Y cuando el mundo quiso entender ya era tarde. Las bombas habían caído sobre Teherán. Los radares activaron protocolos en Moscú. En Europa la OTAN se alineaba sin preguntar. En América el caos informativo cubría la verdad. Y en Gaza una niña aún descalza preguntaba por qué no tenía escuela.

Trump dijo que quería evitar una guerra pero lo hizo firmando un ataque. Biden miró para otro lado. Israel celebró. Irán juró venganza. Y la humanidad entera volvió a escribir su historia con sangre. No es solo un error militar. Es una fractura moral. Una decadencia del liderazgo global. Una señal de que los pueblos han perdido el control sobre los misiles, los tratados y los mapas. Porque cuando el poder lo decide todo… el derecho no decide nada.

Ya no se trata de izquierda o derecha. Se trata de civilización o barbarie. De reconstruir el futuro o seguir viendo cómo lo queman en directo.

Porque la historia ya tiene memoria. Y algún día, alguien abrirá un libro y leerá, “Así comenzó la última guerra… y nadie la detuvo….”

Fuente: pressenza.com