Esclavos de nuestras palabras

Nunca hemos sido más esclavos de las palabras que hoy ni menos dueños de nuestro silencio. Casi sin notarlo, como mero juego, hemos enajenado nuestra privacidad hasta puntos que no podría soñar ni el más dogmático de los comisarios del Pueblo: «La vida privada ha muerto en Rusia», dice Strelnikov en Doctor Zhivago. Pero aquello era cosa de niños comparado con esto. Nosotros hemos hecho un vaciado de nuestra vida en el foro público y ya no tenemos manejo de lo que vaya a hacerse con nuestras palabras.
El caso de la actriz Karla Sofía Gascón es el enésimo ejemplo. Da para amplísimas disertaciones sobre lo woke, el secuestro ideológico de las industrias culturales, la trampa de las identidades, el oportunismo o la gestión de la imagen pública.
La actriz, que estaba rozando el Oscar, se ha topado de bruces con sus propias palabras: contra la inmigración, contra la leyenda negra, contra el islam, contra cualquier fetiche de esa izquierda que la había saludado como «la primera mujer trans» que iba a ganar el Oscar. Una serie de tuits de hace unos años han bastado para apearla de la confortable categoría de oprimida y situarla en el nutrido grupo de opresores. Karla es más facha que trans porque las dos cosas, según el manual de estilo interseccional, no son posibles.
Fuente: ethic.es