Monstruo Occidente: cuando el viejo mundo no termina de morir

En términos geopolíticos, el año 2025 inaugura un cambio de paradigma a nivel global: “el viejo mundo se muere, mientras el nuevo no termina de nacer” Gramsci. Tal parece que ese “viejo mundo”, como se conoce al bloque de poder civilizatorio occidental en el que se incluyen tanto Europa como los Estados Unidos. Con el colonialismo y el patriarcado como armas, esa clase blanqueada y masculinista que tomó el poder con la Revolución Francesa y configuró el mundo de acuerdo a mediocre “imagen y semejanza”, tiene los días contados.
El flamante y reelegido Donald Trump, intenta desesperadamente manejar en sus propios términos el inevitable hundimiento y colapso del proyecto del imperialismo yanqui como lo conocíamos hasta el momento. Un giro totalitario y autoritario coloca en la lona a la fantasía demócrata estadounidense que ha logrado engañar a billones de personas a nivel mundial, y que ha logrado justificar cientos de guerras alrededor del globo. Frente a la crisis de hegemonía que le ha causado una serie de eventos desafortunados: el éxito de la alianza de los BRICS, la derrota militar de Rusia sobre Ucrania y la OTAN, las constantes victorias simbólicas y militares de la resistencia palestina y el mundo árabe digno sobre el Estado genocida de Israel, y la propia crisis interna de EE.UU. que ha llevado a las peores condiciones de su población en la historia; Trump ha creado el relato perfecto para construir al fascismo como una opción posible tanto para la tecnoligarquía como para una buena porción de la clase trabajadora.
En medio de la extrema turbulencia que significa un violento cambio de paradigma dentro del sistema capitalista, Trump y la política de Estado de EE.UU. pretenden finalizar con tan solo el último de los ciclos del complejo industrial-militar yanqui en Ucrania y Palestina. Actualmente Trump exige al menos el 50% de los recursos minerales ucranianos, para “pagar una guerra que EE.UU. no comenzó”, en sus propias palabras. Esta posición que no fue sorpresa en lo absoluto, ha generado una reacción de profunda preocupación e indignación por parte de la Unión Europea, que no solo está dividida, sino que también coquetea con los viejos monstruos vergonzosos a los que acostumbra revivir. La ultraderecha alemana ha quedado como segunda fuerza en el país, con grandes posibilidades de presionar en el modelo asambleario alemán, Meloni en Italia insiste en su totalitarismo y Zelensky, parece que perdió la partida. En todo esto, Zelensky queda como el comediante que siempre fue, ni más ni menos.
Fuente: revistacrisis.com